Septiembre de 1893
Hendrik es uno de esos últimos y orgullosos
Voortrekkers holandés de origen, Afrikáner por opción, padre de diez varones y 7 mujeres que tras casarse han fundado otras tantas granjas en la zona. Pese a su avanzada edad se niega a abandonar ciertas costumbres... la de seguir al frente de su granja, la de despreciar a los británicos.
Hendrik acude con regularidad anual al mismo puesto comercial a vender su producción y obtener a cambio productos manufacturados. Sabe que el puesto comercial está ya en territorio bajo soberanía británica (pero el solo hace negocios con nativos, con portugueses o con holandeses). Conoce la existencia del ferrocarril (y al diablo con quien decida utilizarlo).
Pero desconoce la última rapiña de Sir Cecil, por un decreto gubernamental (y asumiendo que todo comercio en la colonia utiliza el ferrocarril) se ha impuesto una nueva tasa arancelaria al comercio destinada específicamente para el esfuerzo militar.
El abuelo Hendrik, iracundo se negó a pagar a los ingleses, las autoridades británicas llamaron a los soldados y estos mostraron sus armas. El hijo y los tres sobrinos que le acompañaban no dudaron en encañonar. Tras unos tensos minutos se registraron los primeros disparos aunque afortunadamente sin lamentar ninguna baja.
De momento tenemos:
Un caso de fraude fiscal, resistencia y atentado contra la autoridad perpetrado por ciudadanos Boers por un lado.
Y un caso de vulneración de las garantías e estabilidad impositiva por el otro.
Está por ver lo que el futuro deparará.