Junio 1890
Nadie sabe con certeza hasta que punto la siguiente historia es verídica, está mas o menos "edulcorada" o es simplemente producto del imaginario popular.
Jean-Baptiste Marchand es uno de esos personajes que nunca habría encajado en el ambiente chovinista-patriotico que se respira en el ejército francés. Pero es uno de esas personas llamadas a romper moldes.
Su extraordinaria capacidad organizativa, la pasión con la que se toma sus obligaciones y su carácter rebelde e independiente le han hecho ganarse tanto la admiración de sus subordinados como el respeto y desdén de sus superiores (resultado de una relación de forzada interdependencia).
El Capitán Marchand del
cuerpo de tiradores senegaleses tiene las irritantes costumbres (según sus superiores) de:
Compartir comida con las tropas
Destinar demasiado tiempo a los puestos de avanzadilla cerca de la peligrosa frontera Samory.
Ausentarse de sus posiciones sin informar a sus superiores y tomando las decisiones por su cuenta.
Y una innumerable lista de insubordinaciones que (en palabras de alguno de sus superiores) acabará por costarle un proceso militar.
Marchand tanto en París como en Senegal ha sido una de esas personas que se rodeaban de gente "pintoresca" y por pintoresca (en la definición francesa de la época) hablamos de musulmanes, africanos y europeos sin distinción que parecían compartir la misma lista de "malas costumbres" comentadas anteriormente y que han conformado su grupo de subordinados.
Entre ellos nos vamos a centrar esta vez en un argelino y musulmán converso de padres belgas flamencos llamado Alfred Kalb. El alto mando en Dakar lo envió al peor puesto fronterizo como medida disciplinaria, pero solo Marchand y unos pocos de sus íntimos sabían que este había emprendido un viaje de 900 km hasta el mismísimo
Tombuctú(ciudad prohibida a los no musulmanes). En una de esas visicitudes que da la vida, este soldado se presentó ante los reyes del Reino de Tukulor, afirmando ser un importante líder militar de los nuevos vecinos blancos poseedores de armas de fuego y exigiendo desposarse con una de sus hijas (con la riqueza que esto implica) a cambio de traer un ejército en defensa del Reino (en su ocaso) ante las agresiones del Reino Samory (en pleno auge militar).
Sea como sea Alfred volvió a su destacamento tras más de seis meses de ausencia, con extraños ropajes, una esposa esperándole en Tombuctú y un documento escrito en francés por el que el Reino de Tukulor acepta ser un protectorado francés a cambio de defensa ante las agresiones Samory.
Esta por ver si Alfred acabará:
Colgado por desertor.
Licenciado sin honores por contraer matrimonio perteneciendo a la Legión Francesa.
Capitaneando un cuerpo expedicionario a Tombuctú para obtener una gloriosa muerte al estilo Gordon.
Ejerciendo de consorte real.
Mantenganse atentos a sus pantallas.