España es el único lugar del mundo donde 2 y 2 no suman 4
Lord Wellington (1769-1852) - Militar, político y estadista británico de origen irlandés
España es el único lugar del mundo donde 2 y 2 no suman 4
Disponemos de un numeroso ejército, bien armado y mejor municionado. Al empuje de los soldados filipinos no saben resistir los españoles, más soberbios y arrogantes que valientes. Casi todos los destacamentos están ya en nuestro poder y sus hermosos fusiles en nuestras manos.
Manila no ofrece ya más resistencia que la de un palomar a los ataques de los animales carnívoros. Nos hemos aprovisionado de cañones y nuevos vapores, que si fuese necesario vendrán aquí para bombardear ese fuerte que los españoles creen inexpugnable. Y entonces, ¡ah!, entonces morirán todos entre las ruinas. Si alguno consigue escapar de la catástrofe, será acuchillado. No será ya tiempo de perdón; pero ahora aún es tiempo. Si se entregan serán tratados como caballeros
En la iglesia de Baler, el estado sanitario siguió agravándose. Durante la primera quincena de noviembre murieron cuatro soldados: Juan Fuentes Damián, Baldomero Larrode Paracuellos, Manuel Navarro León y Pedro Izquierdo Arnáiz. El capitán Las Morenas, pese a hallarse gravemente enfermo de beriberi, siguió firmando las contestaciones a los rebeldes filipinos. Poco antes de morir envió una última carta en la que invitaba a los insurrectos a rendirse, proclamando que serían tratados benévolamente y amnistiados. Los rebeldes respondieron con insultos y amenazas. Finalmente, la madrugada del 22 falleció, después de llevar tres semanas sin comer y haber perdido el conocimiento.58 Martín Cerezo contaba en aquel entonces con 35 soldados, una corneta y tres cabos, casi todos enfermos. Apenas quedaban víveres, aunque había munición suficiente para seguir resistiendo
Los filipinos intentaron varias veces comunicarse con los españoles, pero Martín Cerezo rechazaba los mensajes. Ante el temor de que esta actitud pudiera hacer pensar a los sitiadores que la moral de los sitiados empezaba a flaquear, el teniente ordenó organizar pequeñas «fiestas» todas las tardes con el personal fuera de servicio, en las que se cantaban canciones y se aplaudía ostensiblemente. La actitud de los españoles irritó a las tropas filipinas, que arreciaron el fuego y los insultos, lo que al mismo tiempo estimuló el ánimo de los sitiados.
Mientras tanto, los insurrectos finalizaron la construcción de trincheras en torno a la posición española y fortificaron varias casas situadas a unos cuarenta metros al oeste de la iglesia. En una de ellas los sitiadores habían colocado algunos cañones que habrían podido destruir fácilmente la sacristía. Un par de soldados, Juan Chamizo Lucas y José Alcaide Bayona se ofrecieron para efectuar una salida. Aprovechando uno de los momentos en los que cesó el fuego filipino, ambos, cubiertos desde la retaguardia, consiguieron salir, prender fuego a las casas cercanas y volver sin ser interceptados
Durante el mes de diciembre, sin que Martín Cerezo haga constar fecha, los sitiadores utilizaron nuevas fórmulas para conseguir la rendición de los españoles, que el teniente describe eufemísticamente como "reclamos femeninos". Al parecer, los filipinos situaron a mujeres semidesnudas a la vista de los sitiados, así como a parejas simulando relaciones sexuales. Para evitar tentaciones, el teniente ordenó retirarse al interior, procurando los soldados distraerse con distintos recursos como las oraciones o cánticos.
No obstante, Martín Cerezo señala que: "la situación lamentabilísima en que vivíamos quitábale su poder al 'reclamo femenino', nos guardaba muy bien contra la sensualidad y sus deseos".
Una noche los centinelas avistaron un carabao (o búfalo de agua) acercándose a la iglesia. El carabao es un mamífero rumiante, propio de Asia, similar al búfalo, de color gris azulado y cuernos largos y planos, ligeramente curvos y dispuestos hacia atrás. Al parecer, los filipinos, para disponer de carne fresca, habían traído un pequeño rebaño a la zona, al que dejaban pastar en el espacio entre las trincheras españolas y filipinas. Esa noche uno de los centinelas disparó sobre uno de los animales: únicamente consiguió que se alejase. A la noche siguiente, Cerezo y cinco tiradores se apostaron en la trinchera y consiguieron cobrarse una pieza. Los españoles celebraron un banquete con la carne asada del animal, que apenas duró tres días (carecían además de sal, por lo que no podían conservar la carne). Cuando se acabó, el 6 de marzo, trataron de abatir otro carabao, pero esta vez los sitiadores estaban sobre aviso y tuvieron que hacerlo bajo el fuego filipino. Al carecer de sal, en cuanto se pudrió la carne, los españoles tuvieron que intentarlo de nuevo. Tuvieron éxito el día 12, pero los filipinos se llevaron de la zona el ganado que quedaba y las cacerías terminaron. Estas piezas así cobradas dieron un respiro a los españoles en lo relativo a su alimentación y a la posibilidad de fabricar abarcas con las pieles de los animales. A la escasez de alimentos se unía el estado lastimoso de la ropa que portaban. Para marzo, ya no tenía con qué remendar la que quedaba, por lo que Martín Cerezo ordenó que se confeccionara ropa con las sábanas y camisas de los suministros de la enfermería
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