NOTA - extraído de la publicación dominical de prestigioso periódico "Il Corriere Della Sera"
Crónicas de un Príncipe en el Lejano Oriente
Nos enorgullece entregarle, estimado lector, una nueva crónica del ya conocido Príncipe Borghese escrita durante su periplo por la excitante geografía del Lejano Oriente. Narrador empedernido, aventurero romántico y cronista detallista, el Príncipe escribe sus crónicas en exclusiva para este periódico, acercándonos a un mundo mágico y exótico a medida que lo recorre y conoce. Lo dejamos, pues, con la nueva crónica de nuestro aventurero, esta vez en el Mar del Japón.
Mi nombre es Luigi Marcantonio Francesco Rodolfo Scipione Borghese o Scipione Borghese para los amigos (y tu, lector, ya puedes considerarte uno de ellos) y soy descendiente del gran mecenas del arte italiano, el Cardenal Scipione Caffarelli Borghese. Viajo por el Lejano Oriente como una suerte de moderno Marco Polo, descubriendo un mundo absolutamente distinto a lo que conocemos. Estas son las crónicas de este viaje.
CURIOSO ENCUENTRO EN ALGUN PUNTO DEL MAR DEL JAPON
Me encuentro en algún lugar del Mar de Japón. Vaya a saber uno porque decidí embarcarme en un frágil velero coreano propiedad de Park Wook, un pescador y contrabandista coreano que se ofreció, por unas pocas monedas claro está, a llevarme a Vladivostok. El capitán tiene unos 65 años y la piel curtida por el sol y la sal del mar. Lo acompaña su nieto Yang, de no más de 8 años quien ya esta experimentado en el oficio familiar.
Podría escribir sobre la humildad coreana para con el europeo, sobre que los contrabandistas coreanos negocian con rusos, japoneses, chinos y cualquier otro que les ofrezca un negocio, o sobre inmensidad de este mar, pero hubo un hecho que llamó mas mi atención que todo eso.
Hace apenas dos días, y en medio de una gran tormenta, perdimos el rumbo y nos separamos de la flota con la que estábamos. Y decir flota es un eufemismo para nombrar media docena de pobres veleros coreanos de pesca (o contrabando, segun se quiera entender). Según Park Wook, abuelo y capitán de este barco, recién ayer pudo darse cuenta donde estamos situados e iniciar el regreso a la costa... a alguna costa según su cara de preocupación.
Mis temores se acrecentaron en el amanecer de hoy. Con la primera luz del alba distinguimos unas inmensas sombras a nuestro lado, a una distancia de algunos kilómetros. A medida que el cielo esclarecía, distinguí que las sombras eran enormes buques de guerra. Soy un viajero avezado y siempre tengo a mano mis binoculares. Una breve observación me dio la pauta de que eran buques de la Marina rusa, la X azul sobre fondo blanco no dejaba lugar a dudas. No hizo falta decirle nada al Capitán de nuestra frágil embarcación... rápidamente había puesto rumbo contrario a la flota rusa. Mientras no alejábamos, escuchamos el tronar de la artillería naval rusa, pero no pudimos ver contra que disparaban.
Navegamos a toda vela, alejándonos del peligro que representaban esas moles bestiales, pero no tuvimos mucha suerte. No puedo precisar cuanto tiempo paso en nuestra carrera por alejarnos, pero no habrá sido mas de una media hora cuando de entre la niebla matinal que se iba despejando los vimos allí, en formación de combate tocando sus sirenas a medida que se acercaban a todo vapor. Las estelas de humo que salían por sus chimeneas mostraban que sus calderas estaban llenas de carbón. Se dirigían en pos de la flota rusa a juzgar por su rumbo. El circulo rojo con rayos las identificaban como naves japonesas.
Lentamente comenzaron a disminuir la velocidad. Algunos marinos gritaron algo que no pudimos entender por la distancia. Se notaba en las cubiertas mucha agitación. Recordé al pequeño Yang y pensé en descubrirlo atemorizado. Me equivoque. El niño estaba feliz ante ese despliegue de tecnología naval. A proa las mas de 30 buques de la flota japonesa de todo tipo, a popa mas de una docena de gran porte de la flota rusa... en medio, nosotros en un muy pequeño barco coreano...
El capitán luchó con el timón para buscar un nuevo rumbo que nos sacara de esa encrucijada. Si alguno de los barcos abría fuego, quedaríamos en medio de una batalla naval de proporciones importantes. Mientras navegábamos alejándonos de esa posición, y aun teniendo a la vista a las formaciones rusa y nipona, observamos 3 naves de guerra más, estas con la insignia del dragón sobre fondo amarillo de la flota Beiyang del Imperio Chino.
Se respiraba tensión en el aire y esperaba escuchar el primer tronar de la artillería naval. Estuvimos en esta situación, en medio de tres flotas de distintos tamaño enfrentadas, por el lapso de una hora. Finalmente las tres flotas comenzaron a alejarse entre ellas. Supongo que los rusos confirmaron que las naves japonesas no eran el prologo de una invasión, los japoneses asumieron que los rusos estaban haciendo maniobras y los chinos estarán aun agradeciendo, como nosotros, el que nadie haya abierto fuego.
Tan vertiginosamente como comenzó, la situación terminó y fuimos testigos como una a una las flotas desaparecieron en el horizonte. Park recupero muy lentamente su compostura y puso rumbo a la costa coreana. Era preferible perder el negocio al no entregar su carga de contrabando que perder la vida en aquel mar. Navegamos algún tiempo mas en silencio. El niño, acostado en el piso del puente al lado de los pies de su abuelo, dibujaba con gran detalle una suerte de combate entre barcos rusos, chinos y japoneses. No me atreví a preguntarle quien salía victorioso de la batalla...
NOTA: Este artículo ha sido redactado una vez más por el jugador italiano, al que debo estarle agradecido por este y otros muchos favores.