
Tras la ceremonia, los invitados se dirigieron al Palacio Real (la catedral de La Almudena estaba en obras y por lo tanto no podía albergar a la comitiva nupcial). Los Reyes, recién casados, se dirigieron lentamente en su propia carroza, tirada por varios caballos blancos y rodeados por un verdadero séquito de escoltas y soldados, hacia palacio, donde tendría lugar la recepción.

A la altura del número 88 de la Calle Mayor, a escasos metros del destino de la carroza, un anarquista llamado Mateo Morral lanzó una bomba (modelo de Orsini y discretamente camuflada en un ramo de flores) desde el balcón de la habitación que había alquilado en ese mismo edificio pocos días antes.
El estruendo pudo escucharse incluso en el Palacio de Oriente, donde la infanta Paz, tía del novio, afirmó que inicialmente todos pensaron que se trataba de un andamio que se había venido abajo.

La bomba, sin embargo, logró sembrar el caos varios metros a la redonda de donde había estallado. Todas las personas asomadas a los balcones del número 88 habían salido despedidas hacia atrás mientras disfrutaban y saludaban a la real pareja. Varias de esas personas murieron en el acto. También en el suelo yacían varios cadáveres, algunos con las vísceras sobre los adoquines, y aquí y allá podían verse restos de varios caballos moribundos.